Gregorio Campos es un fotógrafo estadounidense que comenzó en el mundo de la fotografía a la edad de 22 años cuando consiguió su primera cámara de fotos, y tan solo 3 meses después de tenerla, comenzó a trabajar como fotógrafo de producto auxiliar bajo la supervisión de Randy Logan en Studio Exchange en el Condado de Orange, California. Tan sólo 2 semanas después, allí conoció al director de arte de Vans, Michael DeWitt que se convirtió en aficionado del estilo "sin límites" que empezaba a desarrollar Gregorio. Casi al instante, las fotografías de Gregorio formaron parte de las campañas publicitarias de Vans, catálogos y obras de arte que había en la tienda. Para Gregorio la frase "Nada bueno sucede después de la medianoche" tiene un sentido especial ya que gracias a sus amigos y conocidos que le visitaban en su edificio en Los Ángeles, normalmente lo hacían durante la noche, lo cual permitió a Gregorio empezar a experimentar con su cámara durante horas, ya que al no haber asistido a clases y tener conocimientos básicos de fotografía, estas jornadas nocturnas le permitieron avanzar en el desarrollo de su técnica y donde logró forjar su estilo: fotos crudas, dramáticas y, a menudo sensuales, siempre con la pasión y el deseo de expresarse a través de su cámara.
Gregorio Campos es un fotógrafo estadounidense que comenzó en el mundo de la fotografía a la edad de 22 años cuando consiguió su primera cámara de fotos, y tan solo 3 meses después de tenerla, comenzó a trabajar como fotógrafo de producto auxiliar bajo la supervisión de Randy Logan en Studio Exchange en el Condado de Orange, California. Tan sólo 2 semanas después, allí conoció al director de arte de Vans, Michael DeWitt que se convirtió en aficionado del estilo "sin límites" que empezaba a desarrollar Gregorio. Casi al instante, las fotografías de Gregorio formaron parte de las campañas publicitarias de Vans, catálogos y obras de arte que había en la tienda. Para Gregorio la frase "Nada bueno sucede después de la medianoche" tiene un sentido especial ya que gracias a sus amigos y conocidos que le visitaban en su edificio en Los Ángeles, normalmente lo hacían durante la noche, lo cual permitió a Gregorio empezar a experimentar con su cámara durante horas, ya que al no haber asistido a clases y tener conocimientos básicos de fotografía, estas jornadas nocturnas le permitieron avanzar en el desarrollo de su técnica y donde logró forjar su estilo: fotos crudas, dramáticas y, a menudo sensuales, siempre con la pasión y el deseo de expresarse a través de su cámara.